La Comisión Europea flexibiliza los criterios de estabilidad
El euro se derrite
Robert Kurz
Desde hace mucho tiempo rige dogmáticamente la retórica del crecimiento y de la estabilidad. Las quiebras y los créditos morosos se amontonan. El proyecto UTMS [Universal Mobile Telecommunications System] inauguró una nueva era en la tecnología de las comunicaciones y en la acumulación real, pero acabó revelándose como el mayor fiasco económico y de política industrial de la posguerra. Con la liquidación de los nuevos mercados, una supuesta nueva era termina prematuramnete. De forma simultánea, la experiencia monetaria del euro comienza a quedar fuera de control. El Pacto de Estabilidad, celebrado festivamente y que debía dar peso a la nueva moneda mundial en la competencia con el dólar, fue disuelto por la Comisión Europea, como si tratase de una broma del Día de los Inocentes para los mercados financieros.
La moneda fuerte tiene sus fundamentos: originariamente el euro debía reposar sobre una normativa estabilizadora con tres principios incumbentes a las finanzas de los Estados participantes: en primer lugar, el endeudamiento anual debía ser mantenido por debajo del 3% del Producto Interno Bruto (PIB); en segundo lugar, la deuda total, después de un período transitorio, no debía superar el 60% del PIB; en tercer lugar, «a medio plazo» el endeudamiento anual debía ser eliminado, dando lugar a un presupuesto con saldo equilibrado.
Este objetivo fue fijado por las tres grandes economías, Francia, Alemania e Italia, para 2002, pero luego tuvo que ser prorrogado hasta 2004. La esperanza de poder ser alcanzado en 2004 es tan ilusoria como los otros principios. La deuda total se sitúa, en el caso de Francia, cerca del 60% del PIB, con tendencia ascendente, y en Alemania está encima de este porcentaje; Italia, con más del 100%, está más allá del bien y del mal.
El endeudamiento de 2002 se sitúa en los tres países por encima del siniestro 3%, y para Alemania se prevé el 3,5%. En vez de mostrar la tarjeta roja, la Comisión Europea no hace nada y alarga el plazo para el equilibrio del presupuesto hasta 2006. O sea: para el día de Nunca Jamás.
Siendo la República de Berlín uno de los principales actores de la desestabilización política y financiera, el dogma nostálgico-populista de un marco «fuerte» se vuelve objetivamente risible. Tampoco es por azar que sean los países del núcleo duro los que lideren el desastre de la moneda artificial. Es en el interior de las metrópolis del capitalismo donde se concentran las grandes economías nacionales, a partir de las cuales se determina la dinámica de la crisis general.
Desde esta perspectiva, se registra una alteración fundamental. Tal como el UMTS o la Nueva Economía, el euro fue una creación de la burbuja financiera del capitalismo de los años 90. Y precisamente como en los Estados Unidos, la ilusión de una estabilización de las finanzas del Estado se basó en el hecho de que, en los años noventa, los ingresos fiscales explosivos, apoyados en la ebullición de la coyuntura, fueron simplemente sobreestimados. Con el fin de la burbuja económica, cayeron estos ingresos irregulares y, con ellos, los mecanismos de estabilización.
En los Estados Unidos como en Eurolandia, desde un punto de vista político y financiero, sólo resta esperar ahora la alternativa de dominar definitivamente la coyuntura mediante la elevación de impuestos y recortes drásticos en el gasto o de inflacionar la moneda a través de un desbordante endeudamiento estatal. Entre una cosa y otra, el euro podría tener un final tan poco glorioso como el proyecto UMTS y los nuevos mercados.
Original alemán: "Die EU-Kommission weicht die Stabilitätskriterien auf. Der Euro schmilzt", en Jungle World, 2.10.2002. Traducción portuguesa: José Paulo Vaz. Traducción española: Round Desk.
Versión en portugués, en: http://planeta.clix.pt/obeco/